domingo, 24 de marzo de 2013

Capítulo 4

Llegada

-Bienvenida a mi castillo. - Algon sonrió . - Este es Zack, mi hijo. 

-E-encantada. Yo soy... Alicia.

-Me alegro de que estéis aquí. Leia, acompañela a sus aposentos.

-Si, mi señor. - Me hizo un ademán y salimos de la estancia.

Leia era una chica de aproximadamente mi edad, rubia, con el pelo recogido en una larga trenza. Sus facciones eran suaves y delicadas, y tenía unos ojos de color ámbar enormes, comparado con su  rostro. Era guapa, sin duda.

-Ya hemos llegado, señora. - Y me abrió la puerta a una habitación enorme.

-Oh, llámame Alicia. 

-Como quiera, señor... Alicia. -Sonrió. - Tiene el baño preparado.

-Gracias. -Entré y Leia cerró la puerta.

Estaba en una estancia más grande que el salón de mi casa, con una cama con dosel (Que por cierto, muy hortera para mi gusto), las paredes llenas de cuadros, una cómoda, un espejo enorme y un armario. Entonces vi una puertecita que desprendía un olor bastante agradable. Supuse que era el baño. Le eché otro vistazo a la habitación y vi que me habían dejado un vestido verde y dorado encima de la cama. Pillé la indirecta. 

Me desnudé y me metí en la bañera. Bueno, ¿qué mejor que un baño para relajarse? Iba a coger la esponja, pero no la vi por ninguna parte. "Ah, genial" pensé. Entonces vi una pastilla redonda de jabón. "¿Es que estamos en el siglo X? No lo entiendo" Terminé de enjabonarme, me aclaré bien y me escurrí el pelo. Busqué la toalla, la cogí y me tapé. Fui descalza hasta la habitación, sin preocuparme siquiera por el rastro de gotitas que iba dejando por el suelo. Me puse la ropa interior que me habían preparado y miré el vestido. Nunca me habían gustado los vestidos. Pero nunca había sido descortés, así que mi bondad pudo con mi orgullo. No me quedaba del todo mal. Siendo rubia, me sentaba bien. Me puse las botas que llevaba al principio, porque no me apetecía nada ir con unas cosas en los pies con las que no se pudiese correr. Y tampoco importaba mucho, ya que no se veían. Abrí la puerta y bajé.

Vi que me estaban esperando. Zack también se había cambiado de ropa. Algon era el único que seguía igual.

-Veo que ya te has cambiado. - Dijo Algon. - Habéis llegado en un buen momento, pues pasado mañana, en el solsticio de verano, será el baile en el cual mi hijo tendrá el honor de acompañaros. - Miré a Zack. Estaba rojo. Contuve una  risita. - ¿Aceptáis? 

-Claro, pero no se bailar. 

-No hay problema. Podéis retiraros. - Mire a Zack, y vi que se arrodillaba. Le imité y salimos de la sala. 

-Curioso personaje tu padre, ¿no crees?

-S-si... supongo. ¿Vamos al jardín?

-Vale.

Estaba atardeciendo. Estábamos rodeados de flores y árboles. Pude divisar a lo lejos una fuente junto a un manzano. Le señalé aquel lugar a Zack y nos dirigimos allí. Me tumbé en el suelo, pero Zack me miró extrañado.

-Es la primera vez que veo a una mujer tirarse al suelo como si nada. - Reí.

-No será la última, créeme. - Dicho esto, se tumbó a mi lado. Estuvimos un rato mirando a las nubes como si nada. - ¿Alguna vez has jugado a las nubes?

-¿Qué es eso?

-Es fácil. Miras las nubes y ves algo. Yo, por ejemplo, en aquella veo un caballo.

-¡Eh, es verdad! Y aquella parece una oveja.

-No, eso es una vaca. Tiene cuernos, ¿ves? - Reímos a la vez, y Zack se puso rojo por enésima vez.

Estuvimos como una hora jugando a las nubes, hasta que se hizo de noche. Entonces me puse de pies de un salto. Zack me imitó. Me acerqué a la fuente. Hice un cuenco con las manos , me las llené de agua y las escondí tras la espalda.

-Zack... - Me acerqué a él.

-¿Qué pasa? - Dicho esto, le eché todo el agua en la cara. Y vaya cara que puso. Retrocedí, hasta llegar al borde de la fuente. Entonces Zack salpicó todo el agua que pudo de la fuente en mi dirección. Le imité. Acabamos empapados.

-Alicia... ¿Tregua? - Me tendió la mano, cansado y riendo.

-¡Vale! Pero que conste que te he paneado como a un... -No tuve tiempo de acabar la frase, pues me había cogido en brazos y tirado con él a la fuente.

-¡¡ZACK!! ¡Te mato! ¡Ven aquí! - Dimos vueltas tontas alrededor de la estatua de pez del centro de la fuente. No podía parar de reír  aunque estuviese tratando de parecer enfadada. -¡¡Ven aquí!!

Me tiré hacia él y logré derribarlo, con la mala suerte de acabar encima de él. Estábamos los dos jadeando por el esfuerzo. Noté como se me encendían las mejillas, igual que a él, pero tuve la sensatez suficiente de levantarme y ayudarlo a  ponerse en pie. Salimos de la fuente, y nos tiramos al pie del manzano.

-Corres mucho. -Dijo simplemente.

-Lo sé. - Nos quedamos mirando un buen rato. Yo no podía apartar la vista de aquellos ojos azules. Y parecía que él de los míos, tampoco.

Entonces pude notar una tercera mirada. Leia. 

-Ejemp... Majestad... Señora... Estáis empapados. Será mejor que entréis. Además, esta noche el rey quiere cenar con ambos. Cámbiense rápido.

Zack se levantó y a continuación me ayudó a mi. Nos dirigimos al interior de aquel extraño castillo. Me acompañó hasta la puerta de mi habitación, se despidió, y se dirigió a la suya, no sin antes enrojecerse otra vez. Reí y entre.

Entonces ví una nota en la cómoda.

domingo, 17 de marzo de 2013

Capítulo 3

Encuentros

De repente sentí como si cayera. No veía el fondo. Era irónico. Me recordaba al cuento de Alicia en el país de las Maravillas. Y de repente caí, perdiendo el conocimiento.

Entorné los ojos. Me dolía la cabeza. Me di cuenta de que estaba en un sitio mullido. La cabeza me daba vueltas, así que no podía pensar con claridad. Intenté recordar lo que pasó. Había abierto la puerta del sótano. ¿Y qué más? Luego esa sensación de caer... Entonces abrí los ojos.

Estaba oscuro. Entonces pude vislumbrar que estaba bajo las hojas de un sauce. Vi las suaves lineas de las hojas, relajándome por un momento, cerrando los ojos. Entonces me sobresalté. Oía los cascos de varios caballos venir al galope. Me puse de pies de un salto y salí de la maternal cuna de las hojas del sauce.

Por un momento pensé que me iban a matar. Casi me arrollaron dos caballos, y los jinetes de éstos estuvieron a punto de salir volando. Yo, del susto, caí al suelo. Entonces vi a un joven, al parecer el más... que más sobresalía. También tenía mucho que ver que llevaba una capa ricamente adornada, y el caballo era el más elegante. Bajó de su montura y se dirigió hacia mi. Me tendió la mano y me ayudó a levantarme. Le miré a los ojos y le observé con más detenimiento: No tendría más de 17 años, pelo negro como el carbón y ojos azul intenso. Era guapo, sin duda.

- Buenos días, señorita. ¿Cómo está? Siento lo de mis hombres...

-Bah, no es nada. Hay cosas peores. - Sonreí.

-¿Cómo se llama?

-Alicia. - Miré a mi alrededor - ¿Donde estoy? 

-¿No lo sabes? Estás en Niwa. Mi reino. Bueno, el reino de mi padre, en realidad.

-¿Eres un príncipe? 

-Sí. - Dicho esto, rió. - ¿Tendríais el honor de acompañarme a la ciudad?

-Vale. -Sonreí. Tenía la certeza de que me podía fiar de él. - Pero no se montar...

-No hay problema. - Y me dedicó una sonrisa pícara.

Minutos después estaba en el mismo caballo que aquel joven, agarrada fuertemente a su estómago, temiendo caerme y que me dejasen por el camino. 
Era agradable. Me gustó montar a caballo. Y no sé como, pero estar al lado de aquel chico, también. 

Al rato pude divisar una ciudad, si es que se la podía llamar así. No eran más que un montón de casas de adobe, cultivos, alguna tienda y un castillo. Parecía sacado de un cuento de la edad media. Entonces caí en la cuenta de que no sabía como se llamaba aquel chico.

-Oye.. ¿cómo te llamas?

-Puedes llamarme Zack. - Me miró, divertido, y seguí disfrutando de aquellas vistas.

Al cabo de un rato estaba dentro de aquella extraña ciudad.La gente nos miraba, extrañada, al ver a una desconocida montando junto al príncipe. Vi que nos dirigíamos al castillo. Examiné su elegante estructura. Era precioso. 
Entramos al patio y bajamos de los caballos. Zack se dirigió hacia mi.

-¿Me acompañas? Querría presentarte a mi padre.

Le seguí a través de un laberinto de pasillos y corredores, hasta que nos encontramos frente a dos puertas enormes. Zack me abrió la puerta y me invitó a pasar. 

-Te presento a Algon. Mi padre.

Capítulo 2

Descubrimiento

Di un portazo. ¿A que venía eso? Cogí el colgante y me lo puse. En ese momento, oí la puerta cerrarse. Mi madre se había ido. Imaginé que se marchó a comprar leche o algo parecido, así que cogí la llave, guarde la carta y bajé.

Lo primero fue mirar el pasillo. ninguna puerta mas que la del comedor y la de la entrada. Fui mirando por todas las habitaciones, una a una, pero aun así no encontré nada. Entonces llamaron a la puerta. Del susto, pegué un brinco. Entonces, me intenté calmar, y fui lentamente hasta la puerta. Abrí.
Marco.

-Hola, preciosa. - Dijo en tono interesante.

Marco era el típico ligón del instituto, que salía con dos a la vez. Solía ir con las típicas personas populares, y si tú eras del montón, es que estaba desesperado.

-Que quieres. - Estaba ya bastante cabreada, y el tono no era muy amigable que digamos.

-Eyy... Tranquila... Estaba preguntándome... Si vendrías conmigo al baile de fin de curso... - Se acercó con intenciones de provocar, pero era evidente que conmigo no funcionaba.

-No.

-¿Por qué? Si ya sabes que entre nosotros hay algo más que amist... -

Demasiado tarde. Ya le había cerrado la puerta en las narices. Ese tío me daba asco, literalmente.  Volvieron a llamar.

-Alicia, si ya lo sabes... no tienes que fingir... - Se le oía incluso a través de la puerta.

Iba a aclararle cuatro cositas, así que abrí la puerta. Seguía apoyado en la puerta, con la pose de ligar, como la llamaba yo. Se me acercó más aun. Entonces tuve una idea.

-¿Qué, te apuntas?

-Vale.

-¿Hablas enserio?

-Si.

-Entonces, el martes te vengo a buscar. ¿Vale?

-¡NO! Digo... Ya voy yo. Tengo que ir a hacer unos recados ese día.

-De acuerdo, preciosa. Chao, te veo la semana que viene. - Me fue a dar un beso, pero me aparté. No es que tuviese muchas ganas, que digamos. Le cerré la puerta y me empecé a reír. Ya podía hacer lo que quisiera, que el iba a ir solito.

Cuando me fui a dirigir a mi habitación, caí en la cuenta de que había un armario en el pasillo. Cogí, y empecé a empujarle. Me costó sudor y lágrimas, y tardé casi veinte minutos, pero ahí estaba.
La puerta.

Cogí la llave y la metí en la cerradura. Y empujé.

sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 1

Mensaje

Sábado por la mañana. Me puse los cascos y me tiré en la cama. Eran las diez y con esta, la tercera vez que discutían. Mis padres no es que se llevaran muy bien en ese momento, que digamos. Por lo menos, mi hermano pequeño se había ido a dormir a casa de un amigo. Era la única cosa que me consolaba. En ese momento, oí un portazo. "Dios, otra vez no." pensé. Estos últimos días mi padre se iba de casa y no volvía hasta la madrugada. Al minuto llamaron al timbre. Bajé corriendo las escaleras, con la esperanza de que se hubiese olvidado algo, corriendo el riesgo de esnucarme por las escaleras. Abrí la puerta y me llevé una decepción. El cartero. Traía un paquete.

-¿Es usted la señorita... -miró el nombre del paquete atentamente - Alicia López?

-S-sí.

-Firme aquí, por favor. - Cogí el boli que me tendió y firmé.

-¿Qué es?

-No sé, yo no me dedico a fisgar en asuntos ajenos. -Reí y el me dedicó una sonrisa. - Bueno, tengo prisa. Adiós señorita. Encantado de haberla conocido.

Entré en casa y subí a mi habitación, con el paquete de la mano. Miré de reojo a mi madre, sentada en la cocina. Tenía pinta de estar llorando. Los días anteriores intenté consolarla, y eso lo empeoró, así que pasé de largo.

Cerré la puerta con llave y me tiré en la cama. Entonces examiné atentamente el paquete. Era aproximadamente del tamaño de una caja de zapatos. El papel estaba medio rasgado, pero aun así no se podía ver nada. No ponía remitente, tan solo mi dirección y mi nombre. Muerta de curiosidad, lo abrí.

En efecto era una caja, pero no de zapatos. Quité la tapa cuidadosamente y pude ver el contenido: Un collar con una especie de cruz, una llave y una carta. Cogí la carta, aparté lo demás y me acomodé bien. Entonces la abrí.

"Querida Alicia:

Espero que te acuerdes de mi. Soy Elisa."

¿Elisa? No era esa la niñera que me cuidaba cuando tenía tres años? Por aquel entonces, tendría unos 65 años. Hice un rápido calculo. Ahora debería tener unos 80 años. Por un momento una chispa de  alegría inundó mi corazón.

"Alicia, necesito que atiendas. Es una emergencia. Les están matando. Están exterminando a toda Niwa. Probablemente no te acuerdes de ese sitio, pues lo visitaste cuando no tenías más de dos años. Te adjunto en este paquete la llave que necesitas para volver al lugar donde naciste. Necesito que vayas al sótano y entres. Necesito que les salves.

Tienes todo mi apoyo.

-Elisa         

Posdata: El colgante es la única manera de sobrevivir en el bosque. Úsalo"

Me quedé en estado de shock. Bajé las escaleras lentamente y me dirigí a la cocina. Vi a mi madre sentada. Ya había dejado de llorar.

-Mamá...

-Que quieres, Alicia. -Su tono era arisco y frío. Quería estar sola. Quería estar tranquila.

-¿Tenemos sótano?

Aquellas palabras la impactaron, pues abrió los ojos de par en par y me miró enfurecida.

-NO MENCIONES EL SÓTANO. VETE DE AQUÍ. NO HAY NINGÚN SÓTANO. VETE, Y NO VUELVAS A HABLAR DE ESO. ¡VETE!

 En ese instante se puso a llorar, pero yo ya me había subido a mi habitación.


viernes, 15 de marzo de 2013

Prólogo

Prólogo

-Señor, les he lanzado un ultimátum a los Trece. Aun así, siguen rebelándose contra vos.

-Bien. Veo que esos engendros no saben razonar. Bien, prepara otro ataque. No más de 100 hombres. Aun falta mucho para la batalla final... Ella aún no esta aquí.

-Como ordene, mi señor... Pero querría informarle de que... 

-Vete.

-Como ordene, majestad.

-Bien. 

En ese instante el salió de la sala. Y Algon rió.