viernes, 19 de julio de 2013

Capítulo 7

Partida


-¿COMO AHORA?

-Si, ahora. - Abrió la mochila y sacó un puñado de telas rotas. - Ponte esto.

-Espera, ¿QUÉ? - Me quedé mirando el montón de ropa, anonada.

-Pues eso. En cinco minutos, vuelvo. Voy a dar una vuelta por ahí abajo. Mete aquí todo lo que quieras llevar. -Me tendió su bolsa. - Aunque no creo que necesites mucho. Hasta ahora.

Dicho esto saltó por la ventana. Me quedé sola en la habitación, pensando. Al cabo de medio minuto me puse en marcha. Cogí la ropa y me cambié. Me di cuenta de que no estaba muy rota, y se parecía a la que tenía en casa. Era una camiseta, unos pantalones, un cinturón con un puñal, y unas botas de goma bastante cómodas. Todo de color negro.
Cogí el colgante que me dejó Elisa en la caja. Me le puse, y me guardé la llave en un bolsillo del pantalón.
Me senté en la cama, a pensar, en lo que venía Jake. Jake. Personaje curioso, Jake. Jake. 

No me podía quitar ese maldito nombre de la cabeza. Jake. Jake. 

Me fui al baño, con intención de calmarme un poco. Me lavé la cara, me puse una coleta mal hecha, y me miré al espejo. Estaba más... más yo. Si vestidos, con ropa de chico y mal peinada. Sonreí, al acordarme de cuando estaba en casa. Lo echaba de menos. Y echaba de menos a mi hermano.
Hasta ahora no me lo había preguntado, pero, ¿qué dirían al notar que no estaba? No he aparecido por casa en todo el día. ¿Qué dirán mis padres?

Me intenté quitar ese pensamiento de la cabeza intentando hacerme una trenza en vez de la coleta mal hecha. Pero seguía sin dejar de pensar en mis padres. Frustrada, deshice al trenza y me dejé el pelo suelto. En ese instante oí un golpe procedente de la habitación. Me asomé. Jake.

-¿Ya está lista la dama?

-Menos guasa, chaval.

-Oh... Resulta que ahora la dama es una de armas tomar - Rió

-Cállate.

-Venga, vamos. Que hay prisa. - Cogió la mochila y se subió a la repisa de la ventana - ¿Vienes?

-Claro.

-Pues venga, salta. - Y desapareció. Me asomé por la ventana y le vi en el árbol donde me lo encontré por primera vez. - ¿Vienes o qué?

Miré atrás. Una tromba de recuerdos vinieron hacia mi. Agité la cabeza, y salté.

-Vaaaya. Así que sabes saltar. Esto es nuevo.

-Menos guasa. ¿No tenías prisa?

-Si, pero un par de chistes malos siempre vienen bien. - Dicho esto me guiñó el ojo y bajó por el tronco del árbol. 

Le seguí, intentando no caerme. Creo que perdí un poco de práctica, después de todo. 

-Oye Jake, por donde hay qu... - Me puso la mano en la boca y me empujó contra la pared. Abrí mucho los ojos y le miré, preocupada. Jake miró a su derecha, sin prestarme atención. Alguien pasó cerca nuestro. Estaba acojonada. ¿Qué estaba pasando? 

Esperamos un par de minutos, y finalmente me soltó. 

-No vuelvas a hablar, ¿vale? Tu solo sigueme. - Me ordenó, susurrando.

-¿Pero quién era ese? - Aún estaba algo asustada. 

-Guardias. Vamos. - Dicho esto se puso a andar, dirección al bosque.


viernes, 31 de mayo de 2013

Capítulo 6

Decisión

-¿Alicia?

El intruso no tuvo tiempo de decir nada más, porque yo ya me había girado, dándole una patada en el estómago. Por un momento me alegré de las clases de karate que di hace dos años. Me acerqué a él, con intención de verle la cara. Había caído de espaldas, pero se había retorcido en el suelo. De dolor, supongo. Le moví ligeramente con la punta del pie.

-¡¿ZACK?!

-Si, Alicia, si... - Hablaba con voz entrecortada, dolorido.- Soy yo. Bueno, era yo. Ahora soy solo los restos de lo que era Zack. ¿Donde aprendiste a dar esas patadas?

-Anda, vamos. - Le ayudé a levantarse. - ¿Pero se puede saber a que has venido? Casi me metas del susto.

-Dirás que casi me matas a mi.

-Bueno, no empecemos. Yo he preguntado primero.

-Venía a pedirte disculpas. Por lo de mi padre esta noche. No está... acostumbrado a las visitas.

-Se ve, se ve. ¿Que era eso del baile?

-Nada importante. Bueno, siento haberte molestado. Buenas noches.

-No pasa nada. Buenas noches. - Dicho esto, se fue, cerrando la puerta tras si.

Cogí una silla y atranqué la puerta, por si acaso. En ese instante, la ventana se abrió de golpe. Me giré. No había nadie. Terminé de colocar la silla y me acerqué a la ventana.

Estaba a unos tres pisos del suelo. Me senté en el alfeizar de la ventana, con los pies colgando. Había un árbol a mi izquierda, más alto de lo que lo estaba yo. No sé que especie sería. Miré al cielo. Había luna llena. Quizás, con un poco de suerte, la misma que la que veía desde casa.

-Hola preciosa.

Inmediatamente pegué un bote con el que casi me caigo. Miré a mi espalda, instintivamente. Nadie.

-A tu izquierda.

Miré al árbol. Ahí es cuando casi me caí de la ventana.

Encima del árbol había una sombra mirándome. Iba toda vestida de negro, con la capucha puesta y unos ojos verdes mirándome.Llevaba una bandolera colgada, un poco rota, pero apañada. No tendría más de 18 años.

-¿¡SE PUEDE SABER QUIEN ERES!?

-Shh... Calla, enana, que me van a descubrir.

-¡Es que es lo que quiero! ¡Y no me llames enana!

-Te lo he dicho con cariño.

-Si, sobre todo. ¿Se puede saber quien eres? 

-Jake a su servicio, señorita... O más bien... Alicia, ¿no? 

-¿¡Pero se puede saber como sabes quien soy!?

-Rumores... Y se me da bien espiar. ¿Recibiste mi nota?

-Ah, ¿que era tuya? Pues vaya formas de presentarse, ¿no?

-Bueno mía. De los Trece. Te les puedo presentar... Si vienes conmigo.

-¿A donde? ¿Y quienes son los Trece?

-Haces muchas preguntas, bonita. Yo que tu cerraría ese pico, a no ser que quieras acabar mal. Ahora, si no te importa... ¿Puedo pasar? - Lo miré con mala cara -  ¡Es que hace frio!  Bueno, eso, y que tengo hambre.

-Anda, entra. Pero más te vale no hacer nada raro.

Entró. Entonces le pude ver mejor. A la luz, parecía mas joven de lo que quizás seria. Tenía el pelo marrón oscuro, aunque casi no se le podía ver por causa de la capucha. Era, eso si, más alto que yo.

-¿No te quitas la capucha?

-No. 

-Bueno, siéntate. Aquí hay una silla y tal... - No me hizo ni caso. Se sentó en el suelo, sacó galletas de la bolsa, y me miró. - ¿Quieres una?

-Vale. - Me senté a su lado, en el suelo, hecha un ovillo, royendo la galleta, esperando a que dijese algo.

- Acabas de llegar, ¿no? Pues bien. Aquí  en este sitio, están, por decirlo así  los malos. Nosotros, es decir, mis amigos y yo, somos los buenos. ¿Vale?

-¿Perdona? ¿Como... malos y buenos? 

-Es... difícil de explicar. Al menos, para mi. Si vienes conmigo, te llevaré con los míos, te explicarán las cosas, y pasado mañana como muy tarde, estarás de vuelta.

-¿Pasado mañana? Pero... se enterarán de que he desaparecido. 

-No hay por qué. - Sonrió maliciosamente. - Tengo mis contactos en el castillo.

-¿Enserio? 

-Si, no te preocupes. ¿Vienes? 

-¿Esta muy lejos?

-Depende, si vas con prisas... no. Más o menos, medio día. 

-Vale. Iré. - Jake sonrió, mientras empezaba a roer otra galleta.

-Bien. Nos vamos ahora.

domingo, 21 de abril de 2013

Capítulo 5

Sombras

Me acerqué a la cómoda y miré a todos lados. No había nadie. ¿Quién habría sido? Cogí la nota, con intenciones de leerla, pero alguien entró en la habitación. Tuve el tiempo justo de darme la vuelta y poner las manos detrás de la espalda, escondiendo la nota en el dobladillo de la manga del vestido. Leia.

-Señora... Me avisa el rey. Dice que os espera en media hora en el salón principal. Me ha dicho que os pongáis esto. - Dijo entrando, con un vestido en los brazos.

-Gracias, Leia.

-¿Desea algo?

-No, gracias. Puedes irte.

Leia hizo una reverencia y se fue, cerrando tras si la puerta. Entonces examiné el vestido más a fondo. 

El vestido, en cuestión, estaba hecho de gasa fina, color perla, con pequeños bucles azules en torno a sí. Tenía una especie de gotas de rocío pegadas al vuelo del vestido, color azul marino, oscuro como la noche. Era precioso, sin duda.
Me desvestí y me puse el vestido. Era más cómodo de lo que parecía a primera vista. Me recogí el pelo en una especie de moño, dejándome pequeños mechones de pelo sobre la cara. 

Iba a salir de la habitación, cuando caí en la cuenta de la nota. ¡Maldita sea! ¡Casi se me olvida! Fui hacia el vestido mojado de antes y rebusqué en el dobladillo de la manga. Ahí estaba. La desdoblé y la leí.
"Yo que tú cambiaría de bando. Te estás equivocando"
     -13 
Confundida, doblé la nota y la guardé bajo la almohada. Salí de la habitación, dirigiéndome hacia el salón.
Bajé las escaleras, corriendo. Llegaba tarde. Encontré a Leia abajo, esperándome al pie de la escalera. Me dirigió, con paso rápido, hacia el comedor. Abrió la puerta y pasé. Me estaban esperando. 

Me senté enfrente de Zack, que me estaba sonriendo. Le devolví la sonrisa. Miré a Algon, e incliné la cabeza. Algon sonrió. Una sonrisa tétrica, por cierto. Miré a mi derecha. Había una silla libre. Me pregunté de quién sería. Entonces me quedé mirando a Zack. Mas bien, nos quedamos mirando el uno al otro.

-Alicia... ¿Te gusta el vestido? - Miré a Algon, extrañada, preguntándome a que venía eso.

-S-si, es precioso...

-Todo el mérito es de mi hijo. Dijo que lo quería elegir él. E insistió bastante - Miré a Zack, que sonreía, mientras se volvía tan rojo como un tomate. 

En ese momento, se abrió la puerta. Entró una mujer de unos años mayor que Zack, toda vestida de negro. Me miró, fulminándome con la mirada.

-¿Esta es la que has elegido? - Le dijo a Zack, mirándome raro.

-¿C-como? ¿Elegir qué? - Dije, asustada.

-¿No lo sabes? - Sonrió fríamente, sentándose en la silla que quedaba libre. - Te ha elegido para ser la pareja de la fiesta del solsticio de verano, ¿no? Y eso, aquí significa mucho. Bueno, dejemos el tema. La cena ya está.

Pasamos toda la cena hablando, aunque yo solo escuchaba y únicamente hablaba cuando me preguntaban algo. La reunión duró como unas tres horas, mas o menos. La cena estaba genial. Entonces, el rey se retiró, obligándonos indirectamente a abandonar la estancia.

Subí las escaleras en dirección a mi habitación. Abrí la puerta, me tiré en la cama y me relajé. Estuve un rato así, hasta que decidí cambiarme, poniéndome el pijama que me habían dejado ahí encima. Dejé el vestido encima de la silla, cuidadosamente doblado. Sonreí, al acordarme de Zack.    
Entonces miré por la ventana. Me sobresalté, al ver una sombra mirándome. Me aparté de la ventana, y me fui a sentar en la cama, asustada. ¿Quién podía ser? Traté de relajarme, imaginando que sería algún sirviente dirigiéndose a dormir. Ayudó un poco, la verdad. 

De repente, noté que había alguien detrás de mi. Y eso no ayudó precisamente a calmarme.

domingo, 24 de marzo de 2013

Capítulo 4

Llegada

-Bienvenida a mi castillo. - Algon sonrió . - Este es Zack, mi hijo. 

-E-encantada. Yo soy... Alicia.

-Me alegro de que estéis aquí. Leia, acompañela a sus aposentos.

-Si, mi señor. - Me hizo un ademán y salimos de la estancia.

Leia era una chica de aproximadamente mi edad, rubia, con el pelo recogido en una larga trenza. Sus facciones eran suaves y delicadas, y tenía unos ojos de color ámbar enormes, comparado con su  rostro. Era guapa, sin duda.

-Ya hemos llegado, señora. - Y me abrió la puerta a una habitación enorme.

-Oh, llámame Alicia. 

-Como quiera, señor... Alicia. -Sonrió. - Tiene el baño preparado.

-Gracias. -Entré y Leia cerró la puerta.

Estaba en una estancia más grande que el salón de mi casa, con una cama con dosel (Que por cierto, muy hortera para mi gusto), las paredes llenas de cuadros, una cómoda, un espejo enorme y un armario. Entonces vi una puertecita que desprendía un olor bastante agradable. Supuse que era el baño. Le eché otro vistazo a la habitación y vi que me habían dejado un vestido verde y dorado encima de la cama. Pillé la indirecta. 

Me desnudé y me metí en la bañera. Bueno, ¿qué mejor que un baño para relajarse? Iba a coger la esponja, pero no la vi por ninguna parte. "Ah, genial" pensé. Entonces vi una pastilla redonda de jabón. "¿Es que estamos en el siglo X? No lo entiendo" Terminé de enjabonarme, me aclaré bien y me escurrí el pelo. Busqué la toalla, la cogí y me tapé. Fui descalza hasta la habitación, sin preocuparme siquiera por el rastro de gotitas que iba dejando por el suelo. Me puse la ropa interior que me habían preparado y miré el vestido. Nunca me habían gustado los vestidos. Pero nunca había sido descortés, así que mi bondad pudo con mi orgullo. No me quedaba del todo mal. Siendo rubia, me sentaba bien. Me puse las botas que llevaba al principio, porque no me apetecía nada ir con unas cosas en los pies con las que no se pudiese correr. Y tampoco importaba mucho, ya que no se veían. Abrí la puerta y bajé.

Vi que me estaban esperando. Zack también se había cambiado de ropa. Algon era el único que seguía igual.

-Veo que ya te has cambiado. - Dijo Algon. - Habéis llegado en un buen momento, pues pasado mañana, en el solsticio de verano, será el baile en el cual mi hijo tendrá el honor de acompañaros. - Miré a Zack. Estaba rojo. Contuve una  risita. - ¿Aceptáis? 

-Claro, pero no se bailar. 

-No hay problema. Podéis retiraros. - Mire a Zack, y vi que se arrodillaba. Le imité y salimos de la sala. 

-Curioso personaje tu padre, ¿no crees?

-S-si... supongo. ¿Vamos al jardín?

-Vale.

Estaba atardeciendo. Estábamos rodeados de flores y árboles. Pude divisar a lo lejos una fuente junto a un manzano. Le señalé aquel lugar a Zack y nos dirigimos allí. Me tumbé en el suelo, pero Zack me miró extrañado.

-Es la primera vez que veo a una mujer tirarse al suelo como si nada. - Reí.

-No será la última, créeme. - Dicho esto, se tumbó a mi lado. Estuvimos un rato mirando a las nubes como si nada. - ¿Alguna vez has jugado a las nubes?

-¿Qué es eso?

-Es fácil. Miras las nubes y ves algo. Yo, por ejemplo, en aquella veo un caballo.

-¡Eh, es verdad! Y aquella parece una oveja.

-No, eso es una vaca. Tiene cuernos, ¿ves? - Reímos a la vez, y Zack se puso rojo por enésima vez.

Estuvimos como una hora jugando a las nubes, hasta que se hizo de noche. Entonces me puse de pies de un salto. Zack me imitó. Me acerqué a la fuente. Hice un cuenco con las manos , me las llené de agua y las escondí tras la espalda.

-Zack... - Me acerqué a él.

-¿Qué pasa? - Dicho esto, le eché todo el agua en la cara. Y vaya cara que puso. Retrocedí, hasta llegar al borde de la fuente. Entonces Zack salpicó todo el agua que pudo de la fuente en mi dirección. Le imité. Acabamos empapados.

-Alicia... ¿Tregua? - Me tendió la mano, cansado y riendo.

-¡Vale! Pero que conste que te he paneado como a un... -No tuve tiempo de acabar la frase, pues me había cogido en brazos y tirado con él a la fuente.

-¡¡ZACK!! ¡Te mato! ¡Ven aquí! - Dimos vueltas tontas alrededor de la estatua de pez del centro de la fuente. No podía parar de reír  aunque estuviese tratando de parecer enfadada. -¡¡Ven aquí!!

Me tiré hacia él y logré derribarlo, con la mala suerte de acabar encima de él. Estábamos los dos jadeando por el esfuerzo. Noté como se me encendían las mejillas, igual que a él, pero tuve la sensatez suficiente de levantarme y ayudarlo a  ponerse en pie. Salimos de la fuente, y nos tiramos al pie del manzano.

-Corres mucho. -Dijo simplemente.

-Lo sé. - Nos quedamos mirando un buen rato. Yo no podía apartar la vista de aquellos ojos azules. Y parecía que él de los míos, tampoco.

Entonces pude notar una tercera mirada. Leia. 

-Ejemp... Majestad... Señora... Estáis empapados. Será mejor que entréis. Además, esta noche el rey quiere cenar con ambos. Cámbiense rápido.

Zack se levantó y a continuación me ayudó a mi. Nos dirigimos al interior de aquel extraño castillo. Me acompañó hasta la puerta de mi habitación, se despidió, y se dirigió a la suya, no sin antes enrojecerse otra vez. Reí y entre.

Entonces ví una nota en la cómoda.

domingo, 17 de marzo de 2013

Capítulo 3

Encuentros

De repente sentí como si cayera. No veía el fondo. Era irónico. Me recordaba al cuento de Alicia en el país de las Maravillas. Y de repente caí, perdiendo el conocimiento.

Entorné los ojos. Me dolía la cabeza. Me di cuenta de que estaba en un sitio mullido. La cabeza me daba vueltas, así que no podía pensar con claridad. Intenté recordar lo que pasó. Había abierto la puerta del sótano. ¿Y qué más? Luego esa sensación de caer... Entonces abrí los ojos.

Estaba oscuro. Entonces pude vislumbrar que estaba bajo las hojas de un sauce. Vi las suaves lineas de las hojas, relajándome por un momento, cerrando los ojos. Entonces me sobresalté. Oía los cascos de varios caballos venir al galope. Me puse de pies de un salto y salí de la maternal cuna de las hojas del sauce.

Por un momento pensé que me iban a matar. Casi me arrollaron dos caballos, y los jinetes de éstos estuvieron a punto de salir volando. Yo, del susto, caí al suelo. Entonces vi a un joven, al parecer el más... que más sobresalía. También tenía mucho que ver que llevaba una capa ricamente adornada, y el caballo era el más elegante. Bajó de su montura y se dirigió hacia mi. Me tendió la mano y me ayudó a levantarme. Le miré a los ojos y le observé con más detenimiento: No tendría más de 17 años, pelo negro como el carbón y ojos azul intenso. Era guapo, sin duda.

- Buenos días, señorita. ¿Cómo está? Siento lo de mis hombres...

-Bah, no es nada. Hay cosas peores. - Sonreí.

-¿Cómo se llama?

-Alicia. - Miré a mi alrededor - ¿Donde estoy? 

-¿No lo sabes? Estás en Niwa. Mi reino. Bueno, el reino de mi padre, en realidad.

-¿Eres un príncipe? 

-Sí. - Dicho esto, rió. - ¿Tendríais el honor de acompañarme a la ciudad?

-Vale. -Sonreí. Tenía la certeza de que me podía fiar de él. - Pero no se montar...

-No hay problema. - Y me dedicó una sonrisa pícara.

Minutos después estaba en el mismo caballo que aquel joven, agarrada fuertemente a su estómago, temiendo caerme y que me dejasen por el camino. 
Era agradable. Me gustó montar a caballo. Y no sé como, pero estar al lado de aquel chico, también. 

Al rato pude divisar una ciudad, si es que se la podía llamar así. No eran más que un montón de casas de adobe, cultivos, alguna tienda y un castillo. Parecía sacado de un cuento de la edad media. Entonces caí en la cuenta de que no sabía como se llamaba aquel chico.

-Oye.. ¿cómo te llamas?

-Puedes llamarme Zack. - Me miró, divertido, y seguí disfrutando de aquellas vistas.

Al cabo de un rato estaba dentro de aquella extraña ciudad.La gente nos miraba, extrañada, al ver a una desconocida montando junto al príncipe. Vi que nos dirigíamos al castillo. Examiné su elegante estructura. Era precioso. 
Entramos al patio y bajamos de los caballos. Zack se dirigió hacia mi.

-¿Me acompañas? Querría presentarte a mi padre.

Le seguí a través de un laberinto de pasillos y corredores, hasta que nos encontramos frente a dos puertas enormes. Zack me abrió la puerta y me invitó a pasar. 

-Te presento a Algon. Mi padre.

Capítulo 2

Descubrimiento

Di un portazo. ¿A que venía eso? Cogí el colgante y me lo puse. En ese momento, oí la puerta cerrarse. Mi madre se había ido. Imaginé que se marchó a comprar leche o algo parecido, así que cogí la llave, guarde la carta y bajé.

Lo primero fue mirar el pasillo. ninguna puerta mas que la del comedor y la de la entrada. Fui mirando por todas las habitaciones, una a una, pero aun así no encontré nada. Entonces llamaron a la puerta. Del susto, pegué un brinco. Entonces, me intenté calmar, y fui lentamente hasta la puerta. Abrí.
Marco.

-Hola, preciosa. - Dijo en tono interesante.

Marco era el típico ligón del instituto, que salía con dos a la vez. Solía ir con las típicas personas populares, y si tú eras del montón, es que estaba desesperado.

-Que quieres. - Estaba ya bastante cabreada, y el tono no era muy amigable que digamos.

-Eyy... Tranquila... Estaba preguntándome... Si vendrías conmigo al baile de fin de curso... - Se acercó con intenciones de provocar, pero era evidente que conmigo no funcionaba.

-No.

-¿Por qué? Si ya sabes que entre nosotros hay algo más que amist... -

Demasiado tarde. Ya le había cerrado la puerta en las narices. Ese tío me daba asco, literalmente.  Volvieron a llamar.

-Alicia, si ya lo sabes... no tienes que fingir... - Se le oía incluso a través de la puerta.

Iba a aclararle cuatro cositas, así que abrí la puerta. Seguía apoyado en la puerta, con la pose de ligar, como la llamaba yo. Se me acercó más aun. Entonces tuve una idea.

-¿Qué, te apuntas?

-Vale.

-¿Hablas enserio?

-Si.

-Entonces, el martes te vengo a buscar. ¿Vale?

-¡NO! Digo... Ya voy yo. Tengo que ir a hacer unos recados ese día.

-De acuerdo, preciosa. Chao, te veo la semana que viene. - Me fue a dar un beso, pero me aparté. No es que tuviese muchas ganas, que digamos. Le cerré la puerta y me empecé a reír. Ya podía hacer lo que quisiera, que el iba a ir solito.

Cuando me fui a dirigir a mi habitación, caí en la cuenta de que había un armario en el pasillo. Cogí, y empecé a empujarle. Me costó sudor y lágrimas, y tardé casi veinte minutos, pero ahí estaba.
La puerta.

Cogí la llave y la metí en la cerradura. Y empujé.

sábado, 16 de marzo de 2013

Capítulo 1

Mensaje

Sábado por la mañana. Me puse los cascos y me tiré en la cama. Eran las diez y con esta, la tercera vez que discutían. Mis padres no es que se llevaran muy bien en ese momento, que digamos. Por lo menos, mi hermano pequeño se había ido a dormir a casa de un amigo. Era la única cosa que me consolaba. En ese momento, oí un portazo. "Dios, otra vez no." pensé. Estos últimos días mi padre se iba de casa y no volvía hasta la madrugada. Al minuto llamaron al timbre. Bajé corriendo las escaleras, con la esperanza de que se hubiese olvidado algo, corriendo el riesgo de esnucarme por las escaleras. Abrí la puerta y me llevé una decepción. El cartero. Traía un paquete.

-¿Es usted la señorita... -miró el nombre del paquete atentamente - Alicia López?

-S-sí.

-Firme aquí, por favor. - Cogí el boli que me tendió y firmé.

-¿Qué es?

-No sé, yo no me dedico a fisgar en asuntos ajenos. -Reí y el me dedicó una sonrisa. - Bueno, tengo prisa. Adiós señorita. Encantado de haberla conocido.

Entré en casa y subí a mi habitación, con el paquete de la mano. Miré de reojo a mi madre, sentada en la cocina. Tenía pinta de estar llorando. Los días anteriores intenté consolarla, y eso lo empeoró, así que pasé de largo.

Cerré la puerta con llave y me tiré en la cama. Entonces examiné atentamente el paquete. Era aproximadamente del tamaño de una caja de zapatos. El papel estaba medio rasgado, pero aun así no se podía ver nada. No ponía remitente, tan solo mi dirección y mi nombre. Muerta de curiosidad, lo abrí.

En efecto era una caja, pero no de zapatos. Quité la tapa cuidadosamente y pude ver el contenido: Un collar con una especie de cruz, una llave y una carta. Cogí la carta, aparté lo demás y me acomodé bien. Entonces la abrí.

"Querida Alicia:

Espero que te acuerdes de mi. Soy Elisa."

¿Elisa? No era esa la niñera que me cuidaba cuando tenía tres años? Por aquel entonces, tendría unos 65 años. Hice un rápido calculo. Ahora debería tener unos 80 años. Por un momento una chispa de  alegría inundó mi corazón.

"Alicia, necesito que atiendas. Es una emergencia. Les están matando. Están exterminando a toda Niwa. Probablemente no te acuerdes de ese sitio, pues lo visitaste cuando no tenías más de dos años. Te adjunto en este paquete la llave que necesitas para volver al lugar donde naciste. Necesito que vayas al sótano y entres. Necesito que les salves.

Tienes todo mi apoyo.

-Elisa         

Posdata: El colgante es la única manera de sobrevivir en el bosque. Úsalo"

Me quedé en estado de shock. Bajé las escaleras lentamente y me dirigí a la cocina. Vi a mi madre sentada. Ya había dejado de llorar.

-Mamá...

-Que quieres, Alicia. -Su tono era arisco y frío. Quería estar sola. Quería estar tranquila.

-¿Tenemos sótano?

Aquellas palabras la impactaron, pues abrió los ojos de par en par y me miró enfurecida.

-NO MENCIONES EL SÓTANO. VETE DE AQUÍ. NO HAY NINGÚN SÓTANO. VETE, Y NO VUELVAS A HABLAR DE ESO. ¡VETE!

 En ese instante se puso a llorar, pero yo ya me había subido a mi habitación.


viernes, 15 de marzo de 2013

Prólogo

Prólogo

-Señor, les he lanzado un ultimátum a los Trece. Aun así, siguen rebelándose contra vos.

-Bien. Veo que esos engendros no saben razonar. Bien, prepara otro ataque. No más de 100 hombres. Aun falta mucho para la batalla final... Ella aún no esta aquí.

-Como ordene, mi señor... Pero querría informarle de que... 

-Vete.

-Como ordene, majestad.

-Bien. 

En ese instante el salió de la sala. Y Algon rió.