domingo, 17 de marzo de 2013

Capítulo 3

Encuentros

De repente sentí como si cayera. No veía el fondo. Era irónico. Me recordaba al cuento de Alicia en el país de las Maravillas. Y de repente caí, perdiendo el conocimiento.

Entorné los ojos. Me dolía la cabeza. Me di cuenta de que estaba en un sitio mullido. La cabeza me daba vueltas, así que no podía pensar con claridad. Intenté recordar lo que pasó. Había abierto la puerta del sótano. ¿Y qué más? Luego esa sensación de caer... Entonces abrí los ojos.

Estaba oscuro. Entonces pude vislumbrar que estaba bajo las hojas de un sauce. Vi las suaves lineas de las hojas, relajándome por un momento, cerrando los ojos. Entonces me sobresalté. Oía los cascos de varios caballos venir al galope. Me puse de pies de un salto y salí de la maternal cuna de las hojas del sauce.

Por un momento pensé que me iban a matar. Casi me arrollaron dos caballos, y los jinetes de éstos estuvieron a punto de salir volando. Yo, del susto, caí al suelo. Entonces vi a un joven, al parecer el más... que más sobresalía. También tenía mucho que ver que llevaba una capa ricamente adornada, y el caballo era el más elegante. Bajó de su montura y se dirigió hacia mi. Me tendió la mano y me ayudó a levantarme. Le miré a los ojos y le observé con más detenimiento: No tendría más de 17 años, pelo negro como el carbón y ojos azul intenso. Era guapo, sin duda.

- Buenos días, señorita. ¿Cómo está? Siento lo de mis hombres...

-Bah, no es nada. Hay cosas peores. - Sonreí.

-¿Cómo se llama?

-Alicia. - Miré a mi alrededor - ¿Donde estoy? 

-¿No lo sabes? Estás en Niwa. Mi reino. Bueno, el reino de mi padre, en realidad.

-¿Eres un príncipe? 

-Sí. - Dicho esto, rió. - ¿Tendríais el honor de acompañarme a la ciudad?

-Vale. -Sonreí. Tenía la certeza de que me podía fiar de él. - Pero no se montar...

-No hay problema. - Y me dedicó una sonrisa pícara.

Minutos después estaba en el mismo caballo que aquel joven, agarrada fuertemente a su estómago, temiendo caerme y que me dejasen por el camino. 
Era agradable. Me gustó montar a caballo. Y no sé como, pero estar al lado de aquel chico, también. 

Al rato pude divisar una ciudad, si es que se la podía llamar así. No eran más que un montón de casas de adobe, cultivos, alguna tienda y un castillo. Parecía sacado de un cuento de la edad media. Entonces caí en la cuenta de que no sabía como se llamaba aquel chico.

-Oye.. ¿cómo te llamas?

-Puedes llamarme Zack. - Me miró, divertido, y seguí disfrutando de aquellas vistas.

Al cabo de un rato estaba dentro de aquella extraña ciudad.La gente nos miraba, extrañada, al ver a una desconocida montando junto al príncipe. Vi que nos dirigíamos al castillo. Examiné su elegante estructura. Era precioso. 
Entramos al patio y bajamos de los caballos. Zack se dirigió hacia mi.

-¿Me acompañas? Querría presentarte a mi padre.

Le seguí a través de un laberinto de pasillos y corredores, hasta que nos encontramos frente a dos puertas enormes. Zack me abrió la puerta y me invitó a pasar. 

-Te presento a Algon. Mi padre.

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