domingo, 17 de marzo de 2013

Capítulo 2

Descubrimiento

Di un portazo. ¿A que venía eso? Cogí el colgante y me lo puse. En ese momento, oí la puerta cerrarse. Mi madre se había ido. Imaginé que se marchó a comprar leche o algo parecido, así que cogí la llave, guarde la carta y bajé.

Lo primero fue mirar el pasillo. ninguna puerta mas que la del comedor y la de la entrada. Fui mirando por todas las habitaciones, una a una, pero aun así no encontré nada. Entonces llamaron a la puerta. Del susto, pegué un brinco. Entonces, me intenté calmar, y fui lentamente hasta la puerta. Abrí.
Marco.

-Hola, preciosa. - Dijo en tono interesante.

Marco era el típico ligón del instituto, que salía con dos a la vez. Solía ir con las típicas personas populares, y si tú eras del montón, es que estaba desesperado.

-Que quieres. - Estaba ya bastante cabreada, y el tono no era muy amigable que digamos.

-Eyy... Tranquila... Estaba preguntándome... Si vendrías conmigo al baile de fin de curso... - Se acercó con intenciones de provocar, pero era evidente que conmigo no funcionaba.

-No.

-¿Por qué? Si ya sabes que entre nosotros hay algo más que amist... -

Demasiado tarde. Ya le había cerrado la puerta en las narices. Ese tío me daba asco, literalmente.  Volvieron a llamar.

-Alicia, si ya lo sabes... no tienes que fingir... - Se le oía incluso a través de la puerta.

Iba a aclararle cuatro cositas, así que abrí la puerta. Seguía apoyado en la puerta, con la pose de ligar, como la llamaba yo. Se me acercó más aun. Entonces tuve una idea.

-¿Qué, te apuntas?

-Vale.

-¿Hablas enserio?

-Si.

-Entonces, el martes te vengo a buscar. ¿Vale?

-¡NO! Digo... Ya voy yo. Tengo que ir a hacer unos recados ese día.

-De acuerdo, preciosa. Chao, te veo la semana que viene. - Me fue a dar un beso, pero me aparté. No es que tuviese muchas ganas, que digamos. Le cerré la puerta y me empecé a reír. Ya podía hacer lo que quisiera, que el iba a ir solito.

Cuando me fui a dirigir a mi habitación, caí en la cuenta de que había un armario en el pasillo. Cogí, y empecé a empujarle. Me costó sudor y lágrimas, y tardé casi veinte minutos, pero ahí estaba.
La puerta.

Cogí la llave y la metí en la cerradura. Y empujé.

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